IGNACIO MARTÍN BARÓ

Parroquia de Jayaque

 

Su único respiro era la parroquia de Jayaque, la cual atendía los fines de semana. Jayaque era una parroquia rural, a unos treinta kilómetros de San Salvador. Los estudiantes que lo acompañaban aseguran que "su cara se encendía al entrar en el auto para ir allá. Era como si dejaba atrás al cerebral Nacho en la UCA. Allá todo era amor y felicidad". Antes de prestar sus servicios sacerdotales en Jayaque, colaboró en la colonia Zacamil de San Salvador, donde no había sacerdote, a comienzos de la década de los ochenta. Cuando hubo quien atendiera a sus habitantes, buscó otro sitio donde prestar sus servicios los fines de semana y así encontró la parroquia de Jayaque. Comenzó atendiendo un cantón, pero acabó siendo el responsable de toda la parroquia, el último año de su vida.

Entre la gente sencilla y pobre, Martín-Baró experimentaba un cambio notable. Se volvía alegre, reía mucho y se mostraba cariñoso, sobre todo con los niños. Alegraba las reuniones y fiestas con su guitarra y su voz.

Siempre tenía dulces para repartir entre niños y niñas. Consiguió una imagen de la virgen para la ermita, donde celebraba, y material de construcción para un puente. A sus estudiantes de la UCA les pedía algunas cosas para la parroquia - dulces, galletas, juguetes e incluso un altar.

Con el dinero que le daban en sus viajes adquiría otras cosas también necesarias -pintura, madera, clavos, etc.- e incluso ayudaba a algunos de sus feligreses más necesitados.

Cada cierto tiempo organizaba con ellos cursillos y paseos. Durante su última enfermedad, bastantes feligreses lo visitaron en su casa y también en su oficina, y le llevaron tamales, guineos, verduras de toda clase y atole. Encontraron que su última homilía había sido lúcida, como si de alguna manera hubiera previsto lo que iba a suceder.

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