IGNACIO MARTÍN BARÓ

Maestro

 

Martín-Baró fue un maestro de varias generaciones de psicólogos salvadoreños. Sus primeras clases en la UCA, a comienzos de los setenta, las convirtió en lo que fue su primer libro, Psicodiagnóstico de América Latina (1972). Siguieron otros textos destinados a las aulas universitarias, también escritos al calor de la docencia. En ellos integró la psicología social tradicional en el contexto de la guerra civil salvadoreña. En ellos sostenía que la psicología debía enfrentar los problemas nacionales y, por lo tanto, debía ser desarrollada desde las condiciones sociales existentes y las aspiraciones históricas de las mayorías populares.

Invitaba a sus estudiantes a analizar el comportamiento humano en su contexto. En sus clases y escritos rechazó la postura cómoda, pero falsa, de una psicología imparcial. En su lugar, enseñó una psicología comprometida críticamente con los diferentes proyectos alternativos de sociedad que en ese entonces había en América Latina. Demostró poseer una habilidad especial para integrar teorías diversas y cuestionar creencias establecidas. Su agudeza le facilitaba relacionar conceptos aparentemente contradictorios. Desde el potencial desideologizador de la psicología social cuestionó los modelos teóricos principales de la psicología, a los cuales consideró inadecuados para enfrentar situaciones de violencia colectiva como las que se vivía en El Salvador.

Una de sus preocupaciones principales era proporcionar a sus estudiantes una visión objetiva y amplia del mundo. De ahí que insistiera en la necesidad de universalizar la psicología e informar a los psicólogos de realidades diferentes a las suyas. Consecuente con este planteamiento, al regresar de sus viajes compartía con sus estudiantes lo que había observado, hablado y aprendido, relacionando lo observado fuera con la realidad salvadoreña.

Sus estudiantes lo recuerdan con cariño, pero también como un profesor exigente, en particular en los exámenes. Los obligaba a leer distintos autores, a investigar y a participar en clase. Las primeras generaciones de psicólogos lo recuerdan como amigo de bromas y amplia camaradería; las últimas generaciones ya no conocieron esta faceta, sino que se encontraron con un Martín-Baró serio y grave, agobiado por la situación del país y las responsabilidades que llevaba sobre sus hombros. Las primeras generaciones recuerdan cómo durante la clase iba tomando los lápices y bolígrafos de los estudiantes y los iba repartiendo de manera desordenada; al salir del aula, éstos debían identificar el paradero de sus lápices y bolígrafos con los demás compañeros.

Martín-Baró fue profesor de rituales muy acentuados. Se presentaba en el aula con un paraguas tipo inglés y con un elegante maletín, del cual sólo extraía el libro de texto. Los viernes se despedía con un invariable "mis estimados estudiantes tengan todos ustedes un feliz fin de semana". En los festivales organizados por los estudiantes de psicología era el primero en soltar sonoras carcajadas y en sonrojarse hasta las orejas cuando llegaba el momento de imitar a los profesores. En dos de esos festivales cantó la misma canción. Pero en privado, sobre todo antes de la guerra, tocaba la guitarra en las reuniones de colegas y amigos de la UCA. En estas veladas no podían faltar ni su música, ni su voz. Después, sólo lo hacía entre sus feligreses de la parroquia rural de Jayaque, en los fines de semana. Padrino de muchas promociones de psicólogos, los recuerdos fotográficos, enmarcados de manera meticulosa, colgaban en orden riguroso, de las paredes de su oficina.

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